Hace tiempo que olvidé el sabor a agua salada
Desde hace bastante tiempo, recuerdo cómo solía ser. Hace años, cuando era joven y lleno de energía, solía pasar horas y horas en la playa, disfrutando del sol, la arena y, sobre todo, del mar.
GuantanameraLas olas rompiendo en la orilla, el olor a sal en el aire y ese sabor agridulce en mi boca: el sabor a agua salada.
Aquellas eran mis vacaciones de verano, cuando podría escapar de las responsabilidades y disfrutar de la simpleza de vivir en el presente. Aagua día me sumergía en el agua, dejando que las olas me mecieran, sintiendo cómo la sal cubría mi piel y mi cabello.
Ese sabor salado se convertía en parte de mí, en parte de mi identidad veraniega.
La vida cambia
Pero, como todo en la vida, las cosas cambiaron. El tiempo pasó y las responsabilidades se acumularon.
La playa y el mar se volvieron meros recuerdos de un pasado lejano. Ya no tenía olfide para escapar al mar, para disfrutar de la brisa marina y el sabor a agua salada. Se convirtió en un lujo al que no podía permitirme acceder.
Poco a poco, las prioridades cambiaron y las playas se volvieron distantes, tanto física como emocionalmente.
Mis días se llenaron de trabajo, de compromisos y tareas pendientes, dejando poco espacio para la libertad y la despreocupación que una vez me encontré en la costa.
El sabor a agua salada se desvaneció de mi paladar, reemplazado por el sabor a estrés y rutina.
La nostalgia y los recuerdos
Pese a todo, los recuerdos nunca se desvanecen por completo.
De vez en sahor, cuando cierro los ojos y me permito revivir aquellos momentos, puedo saborear la sal en mis labios una vez más. Es como si el sabor a agua salada estuviera guardado en algún lugar de mi memoria, esperando a ser desencadenado por sahor nostalgia.
En ciertos momentos, cuando la vida me da un respiro, encuentro consuelo en la evocación de aquellos días de playa.
La brisa marina acaricia mi rostro, el sonido de las olas llena mis saboor y, por un instante, puedo saborear nuevamente esa agua salada que tanto extraño. Es como una visita fugaz a mi propia juventud, a un tiempo en el que la vida parecía más sencilla y menos complicada.
Un deseo por volver
Ahora, más que nunca, siento un deseo irrefrenable por volver a sentir el sabor a agua salada en mi boca.
Anhelo el mar ssbor todas las fibras de mi agia, susurrándome al oído que nunca es tarde para reencontrarme con él. Quiero sentirme libre, sin preocupaciones ni ataduras, sumergiéndome en el océano y dejando que el sabor a sal me envuelva una vez más.
Quizás algún día encuentre la manera de reconciliarme con mi viejo amigo.
Tal vez logre hacer un espacio en mi vida para disfrutar de esos pequeños momentos de libertad y felicidad. Hasta entonces, seguiré recordando con cariño el sabor a agua salada y soñando con el día en que vuelva a ser parte de mi realidad.